Azitromicina

Ando con la garganta al pairo (naúticamente hablando), porque intento no ¿enfonsarme? (últimamente estoy fatal con las lenguas…). El caso es que me he quedado en casa tosiendo, tomando Azitromicina (el médico sólo me ha dado tres comprimidos, debe ser antibiótico de caballo), zumo de naranja y aquarius (por aquello de reponer las sales después de la fiebre). Aprovecho para leer, escuchar musiquitas varias, remolonear, buscar por internés (sin pretensión de encontrar nada)… Se me había olvidado lo bueno que es tener tiempo para no hacer nada (y esto viene a colación del post de ayer).
Ando también dándole vueltas a la vida. También a la de los demás. De repente me doy cuenta de la necesidad de las rutinas. Porque nos acabamos perdiendo dentro de nosotros mismos cuando perdemos ciertas rutinas. Parece sencillo, pero no lo es. Una tiene ganas de tener tiempo para hacer «otras cosas» pero cuando lo tiene, la mayoría no sabe qué hacer con él. Y me repito una y otra vez que «yo no soy así»… pero seguramente también lo sea.
Este fin de semana resultó extraño. Conocí a una mujer que me queda lejana, de esa otra vida que dejé de vivir. Me hizo recordar a amigos que ya no son amigos. Se me hacía extraño estar hablando de gente de la que hace años no sé nada, y alguien, que no conocía de nada, me explicaba de sus vidas. Ella me miraba y me repetía una y otra vez que cuanto más me miraba, más se acordaba de mí…. y yo ni idea. Supongo que a veces pasa eso: pasa gente por tu lado y tú ni te enteras…. El sábado estuve repartiendo muebles. Joselito se muda (otra vez) a Girona y se va a una casa donde apenas tiene muebles. Le recuerdo que tengo un garaje lleno de muebles y es divertido verlo escoger unas sillas, un sillón, el sofá no me lo llevo…. Me hizo sentirme bien regalar cosas que andan enmoheciéndose y llenándose de polvo en un las guardo «por si acaso»… empiezo a preguntarme ¿por si acaso qué?… así que cuando vaya a visitarlos en unas semanas volveré a comer sentada en las sillas que compré con Albert.
Reencontrarme con Agnes, embarazadísima, también tiene su punto, porque la conocí en un extraño viaje al país de las pirámides, compartimos varias sishas y algunas risas y lágrimas… y eso une mucho. Ahora estamos en ese punto en que no fumamos ninguna de las dos y comemos en restaurantes finos, como el Sakkim donde nos invitaron a Calabacita y a mí… Maria es una campeona y con apenas tres años le gusta tanto eso de ir de restaurante casi tanto como a su madre :)

Cada día…

… me cansa más la gente. Intento hacer como que me interesan y me divierten alguna de las personas que tengo alrededor… pero lo cierto es que acabo cansada. Hoy he ido a un cumpleaños: el del sobrino de Carlos, que cumple 4 años. Es una buena ocasión para ver a su familia aunque normalmente también van un grupo de amigos y amigas de los padres del niño que yo no conozco. Me doy cuenta que tampoco tengo muchas ganas de conocer, porque no me esfuerzo lo mínimo en entablar conversaciones sobre el colegio, las cacas, el cómo crecen, la educación en este país… Acabo sentándome en el suelo y jugando con alguno de ellos a algún juego de esos educativos que le han regalado a Ferrán.Y en un intento por pasar desapercibida, acaban todos mirándome. El extraño efecto rebote.

Foto: Tom Walton

Estrellita nos invitó a comer en una terracita de la plaza Agusti Vell: el Joanet. Uno de esos bares «de toda la vida». Maria probó por primera vez en su vida «peus de porc»…. y él alucinaba porque también le gusta la cerveza (sin alcohol, 0,0%). Más que alucinar me pega una bronca. Yo le discuto que es más sano una cerveza sin alcohol, que tiene hasta ácido fólico que un zumo con sus azúcares o un refresco «de niño». Pero él me dice que le estoy introduciendo en sabores que aún no le tocan (igual tampoco le toca el sabor de los pies de cerdo…). Tengo una sensación rara con él. Como que está bien, pero no está bien. No hablamos de la soledad, ni de la rubia que pasó a la historia, ni de la tristeza que conllevan las pérdidas, ni de si nos volveremos a ver…. Me recuerda cosas que yo ya no recordaba: que guarda un álbum de fotos de la cría y que lo mira de vez en cuando, que estuvo hace unas semanas en Madrid y comió en el restaurante al que lo llevé con Lola, que echó a la mujer de la limpieza porque le abrió la caja de los relojes que yo le regalé…. y yo no recordaba ni que le regalé un álbum, ni que comimos un día con Lola, ni siquiera que para Navidades me gasté una pasta en una caja de relojes para que guardase todos lo que coleccionaba….. Sin embargo hay otras cosas que no, no he olvidado.


11 de septiembre

Supongo que más o menos todos recordábamos dónde estábamos aquel 11 de septiembre. Yo estaba comiendo paella con mi familia en un bar de mi pueblo…. Todavía estaba Albert con nosotros y recuerdo que mirábamos sorprendidos el televisor dónde sólo se veían imágenes y nos preguntábamos unos a los otros si aquello era un montaje o una película. Y ya han pasado nueve años.
Verónika me envía de vez en cuando algún mail. Hace ya tiempo que apenas nos escribimos cosas personales ni hablamos por teléfono, pero al menos es una manera de enterarme cómo va su vida profesional. Va a exponer en los Angeles, en una galería junto a otros tres artista. Podeis ver su trabajo AQUI.
Pocas novedades más. Igual está bien la rutina y que no pase nada. Al menos una temporada. Aunque a mí la apatía no me sienta nada bien.

De Valencia…

…me traje unas risas. Más complicidad. Una nueva receta de ensalada con gulas. Unos ratitos de parque rodeadas de niñas y niño. Consuelo, también me traje consuelo en forma de abrazo de prima. Sé que no estamos solas porque nunca lo estuvimos. Un título de un libro de FengShui que anda ya por esta casa. La sensación de que los sueños se cumplen, al menos algunos. Que es difícil escoger las baldosas en momentos chungos, pero que vamos y las escogemos, y si nos lo proponemos seríamos capaces de enmasillarlas y colocarlas :). Me traje un beso de prima.

En Valencia dejé las torres Serrano. Dos primos postizos que se fueron hace tiempo y no me atreví a volver a visitar. Un paseo a media tarde por el antiguo cauce del Turia convertido ahora en un enorme parque. Pasear por el Gulliver. Unos pendientes diseñados por Calatrava que aún andaban por el coche. Pero lo que dejé sólo son recuerdos. Lo mejor es lo que una se lleva.