El cansancio veraniego

Tengo la suerte de disfrutar desde hace días de vacaciones. Sin embargo, pequeños asuntos domésticos me obligan a quedarme en «la ciudad de los zombies» hasta al menos este jueves. Yo ya hubiera huído hace días al norte, a un pueblito discreto junto al Cabo Ortegal al que cada día que pasa me siento más cercana. Supongo que cuanto más mayores nos hacemos, más cerca de nuestros ancestros nos sentimos.

Pero el calor no me deja vivir. Ando más cansada que en plena vorágine de curso. Hago uso de la premisa «una cosa al día» para acabar bajo el aire acondicionado, del sofá al sillón del ordenador y de la silla a la cama, haciendo listas para el día siguiente porque no sé si voy a ser capaz de hacer algo más ese mismo día. Me limito, como mucho, a contestar algún mail, a buscar algo por interné, a alguna llamada telefónica pendiente… Agradezco si alguien me hace la comida o recoge los platos. La plancha hace semanas (diría que meses) que ni la toco. Y muchas noches acabamos cenando fuera, a pesar que la economía no está para tirar cohetes y encima tendría que acabar con las existencias de la nevera.

Y encima, va y se muere Javier Krahe.

De zapatos y griegos

De zapatos

Descubrí hace tiempos una web de zapatos artesanos. Me enamoré de algunos de ellos, de formas no habituale.  Alguien «normal», ahorraría para comprarse uno de ellos a medida. future-cYo, en cambio, me puse a buscar cursos para aprender a hacer zapatos. Encontré un taller en l’Escola Illa, la escuela de arte de Sabadell (Vestim el peu), al que me preincribí, pero que anularon por falta de matrícula. Me parecía ideal porque tocaban muchos temas relacionados con la historia y creación de zapatos e iba más allá de «hacer». Además, lo impartía un profesor que había sido diseñador para Camper y me pareció interesante también la conexión por el tipo de zapato que hacen.

Entonces busqué otros cursos en Barcelona y descubrí que había muchos artesanos que se dedican a hacer cursos en sus talleres.

También encontré tiendas online donde comprar los materiales que se necesitaban,  porque pensé que igual también podría hacerlos en casa. Lo curioso es que busqué hasta las hormas de mi número para empezar:

Me pareció inviable porque necesitas herramientas y sobretodo un espacio físico donde hacerlo.

Y de griegos

Y hoy, la plaza Sintagma (qué bonito nombre) se llena de griegos. Su ministro de Hacienda, que tiene nombre y calva de jugador de baloncesto recién llegado a la NBA, se pasea por ella. A su paso, sus conciudadanos le dan golpes en la espalda y le abrazan. Igualito que a Montoro, ya lo veo. Hoy es el día de Kavafis y de la abuela del yogur griego. Pero también es el día de toda la clase obrera, de los hijos de los obreros, del No a la tiranía de la Troika y los mercados financieros, de plantar cara.

Hoy es el día de la dignidad.